El problema ha sido hacia el final de la mañana, cuando un grupo de moscas ha aparecido. Dos de las moscas eran especialmente pesadas e intentaban posarse en las orejas y la cara. En un momento, a poco de despegar, una de las moscas se ha posado en el interior de mis gafas de sol, a milímetros de mi ojo derecho. He agitado la cabeza y he soltado la mano derecha de los mandos para quitarme las gafas.
Un despiste de décimas de segundo, pero cuando he mirado hacia el avión, bajaba perpendicular al suelo a medio motor.
No ha habido nada que hacer. Solo he podido ir a recogerlo.
Es perfectamente reparable, pero en fin, ya tenía dos años y ha cumplido de sobra con mis expectativas, así que dudo que lo repare. Tampoco lo voy a tirar. Se va al trastero y ya veremos qué pasa con él.
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